Dígannos que es trabajo y entonces sabremos que es amor
El 22 de julio de 1983, en el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano del Caribe organizado en Lima, Perú, se declaró el Día Internacional del Trabajo Doméstico. El objetivo fue reconocer el trabajo no remunerado, práctica que históricamente recae en las mujeres.
En estos tiempos se puede escuchar hablar de tareas de cuidados y la implementación de políticas públicas referidas a este tema, pero no todas las personas saben a qué se refiere.
Durante mucho tiempo, el trabajo doméstico ha sido el tema de la agenda feminista, y se ha incluido en el debate público en los últimos años. Esto ha dado lugar a una serie de políticas destinadas a mejorar las condiciones de trabajo del sector.
Ya Silvia Federici, en la segunda ola feminista, criticó el rol de la mujer en el proceso productivo destinada al trabajo doméstico y que este se postule como atributo de la feminidad, convirtiéndose así en un trabajo que se hace por amor. Reclamó un salario para las amas de casa por los trabajos que ellas realizaran, algo que pondría a la mujer y al hombre en pie de igualdad.
En su libro Economía Feminista, Mercedes D’Alessandro cuenta de Silvia Federici: “El simple hecho de reclamar un salario para el trabajo doméstico significa rechazar este trabajo como expresión de nuestra naturaleza y, a partir de ahí, rechazar el rol que el capital ha diseñado para nosotras” y que la misma afirma, lo que se vuelve casi como un mantra en el colectivo feminista: “eso que llaman amor es trabajo no pago”.
“Pienso que habría que empezar por señalar para cada mujer que se casa una asignación mensual desde el día de su matrimonio. Un sueldo que pague a las madres toda la nación y que provenga de los ingresos de todos los que trabajan en el país, incluidas las mujeres. Nadie dirá que no es justo que paguemos un trabajo que, aunque no se vea, requiere cada día el esfuerzo de millones y millones de mujeres cuyo tiempo, cuya vida se gasta en esa monótona pero pesada tarea de limpiar la casa, cuidar la ropa, servir la mesa, criar los hijos…, etc. Aquella asignación podría ser inicialmente la mitad del salario medio nacional y así la mujer ama de casa, señora del hogar, tendría un ingreso propio, ajeno, a la voluntad del hombre. Luego podrían añadirse a ese sueldo básico los aumentos por cada hijo, mejoras en caso de viudez, pérdida por ingreso a las filas del trabajo, en una palabra todas las modalidades que se consideren útiles a fin de que no se desvirtúen los propósitos iniciales”. Expone Evita en el capítulo 17 de su libro La razón de mi vida y, siendo vanguardia en su época, propone el salario para el ama de casa.
Las trabajadoras domésticas juegan un papel importante en la prestación de servicios de tareas de cuidados. En este aspecto, mucho se ha avanzado en materia legislativa con la AUH destinada a las madres, la jubilación de amas de casa, un sindicato (SACRA), una obra social (OSSACRA), etc. Sin embargo, las contribuciones de estas trabajadoras están lejos de ser reconocidas, el trabajo doméstico es una de las ocupaciones con el mayor grado de inseguridad e inestabilidad laboral.
Según estadísticas de una Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), las tareas de cuidado recaen en un 70% en las mujeres, las cuales destinan tres horas promedio más que los varones a realizarla, y más del 90% de las mujeres realiza tareas de cuidados mientras que entre los hombres este porcentaje alcanza al 67%.
Tenemos que observar que cuando se contrata y se tercerizan estas actividades también recaen sobre mujeres. Hoy el nuevo Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, mediante políticas públicas intenta sacar de lo privado este tema. Para eso, se ha creado una Dirección Nacional de Cuidados Integrales, comandada por Carolina Brandáriz, con el objetivo de trabajar transversalmente con los demás Ministerios y resolver esta problemática también desde lo social.
Mireya Dávila Brito, en su nota “Las tareas de cuidado, ¿un trabajo sólo para mujeres?”, dice que nosotras las mujeres y diversidades, urbanas o rurales, seguimos conviviendo bajo el orden patriarcal y “es por eso que nuestros trabajos domésticos, en lo privado, están al servicio de los hombres, a su desarrollo y capacitación, y además esta labor es vista como algo menor en comparación con la idea de trabajo productivo, fuera del hogar. Las tareas de cuidado son invisibles a la sociedad y excluidas del sistema productivo.”
¿Por qué hoy, en el siglo XXI, aún no hemos logrado democratizar nuestras familias, y las tareas domésticas y de cuidado siguen recayendo históricamente sobre nosotras?
Colectiva (De)Construcción Popular
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