Deje que su hijo pierda
El video lo muestra vistiendo una remera negra con la palabra “staff” estampada en la espalda. Micrófono en mano se dirige a la multitud de padres ubicada en unas gradas, al costado de varios rectángulos acolchados que, unos instantes después, se convertirán en escenarios de peleas.
Travis Davison –de él hablamos- es entrenador principal de SBG, una cadena norteamericana de institutos de Artes Marciales. Con seriedad y claridad les habla a esos adultos de una manera tal que, a algunos, impacta tanto como las patadas y los golpes de puño que sus hijos están a punto de recibir: “… su trabajo, como padres –dice- será el de no poner pretextos por sus hijos. Hoy la mitad de ellos van a perder y muchos van a llorar por eso. Sé que será tentador darles un abrazo y decirles que está bien, que ese niño era más grande, o que era de una cinta más avanzada, o el motivo que sea.
Llenar el espacio vacío después del «está bien» es tentador, los hace sentir bien a ustedes y los hace sentir bien a ellos. Pero es incorrecto. Así que, por favor, no pongan pretextos por sus hijos. Si perdieron es porque el otro niño fue mejor hoy. No se va a terminar el mundo. Solo quiero que le pregunten si hicieron su mayor esfuerzo. Y si ellos responden que sí lo hicieron, pero que no pudieron ganar, entonces les dicen que están muy orgullosos de él por haberlo dado.”
En la misma línea, Toni Nadal, quien fue el entrenador de Rafa Nadal desde sus inicios como tenista, en una columna del diario El País de España titulada “El secreto son los valores” busca responder el por qué la camada de tenistas jóvenes, que actualmente compiten en los circuitos internacionales, no logra desbarrancar a las máximas figuras del deporte de la raqueta como Roger Federer, Rafael Nadal o Novak Djokovic.
En su argumentación dice que la situación se debe a debilidades que tuvieron los formadores de esos deportistas en momentos sensibles de su trabajo. Dice textual “…actualmente estamos pagando las consecuencias de haber sido demasiado cuidadosos con lo que les decimos a los chavales y demasiado condescendientes con ellos, consintiéndoles los caprichos como si fueran una necesidad y justificándoles las faltas como si fueran producto de la mala suerte.”
A veces el deporte conecta de forma inexplicable dos variables que son impensadas. En este caso al instructor de artes marciales que expande su cadena al ritmo capitalista en Estados Unidos con el entrenador y formador de uno de los tenistas españoles más ganadores de la historia. Y lo que conecta a ambos es la reflexión sobre las actitudes condescendiente que muchas veces tenemos los mayores para con nuestros hijos o, como formadores, con nuestros deportistas. Esas respuestas que damos, para que se sientan bien, los exime de responsabilidades y los inmuniza ante adversidades naturales que acontecen durante la competencia.
En ese sentido, los puntos también se conectan con nosotros: con nuestra idiosincrasia deportiva, nuestros valores y nuestra forma de interpretar lo que acontece en un tatami, en una cancha de tenis, de fútbol, en un gimnasio, etc. Casi siempre vemos cosas extras, que no dependen de nosotros como adultos ni de ellos como deportistas, y que conspiran contra la obtención de lo que “se” merecen.
En la intención de hacerlos sentir mejor, para que la experiencia sea positiva, equivocamos las palabras. Y donde tiene que haber explicación ponemos excusas. A veces tan irracionales que nos llevan de subestimar a los rivales a sobredimensionarlo tanto como para ser la única razón del mal resultado obtenido.
Es importante tener presente que la devolución de los mayores que acompañamos a los deportistas nóveles es un aspecto clave en la consolidación de esa formación.
Parte de una formación sólida es enseñar que en la derrota hay aprendizaje. Hay que explicar los motivos por los que no se obtuvo el resultado esperado.
Si nosotros como adultos logramos sacarnos los lentes con los que miramos al mundo solo en términos de una carrera desquiciada por alcanzar cada vez más “records” (ganar más partidos, hacer más goles, conseguir más premios, etc.) vamos a poder transmitirles a los jóvenes que la derrota forma no solo parte del deporte, sino también de la vida. Y que aceptarla, y trabajar para sobreponerse a ella (en todos los ámbitos), nos ayuda a ser mejores deportistas y mejores personas.
¡Hasta la próxima!
Jeronimo Vázquez
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