Sismos: lo que hay que saber

Sismos: lo que hay que saber

Es una verdad de Perogrullo, pero resulta necesario repetirla: si vivimos en una zona sísmica, lo razonable es que estos se manifiesten y no lo contrario.

El paso del tiempo con reducida actividad y el incremento de población de otras ciudades en las que los temblores no son frecuentes, quizá contribuyó a que en la última semana las repercusiones sociales fueran de sorpresa y en algunos casos, temor.

Si nos remontamos a dos o tres décadas atrás, la información y capacitación sobre cómo actuar ante un sismo se brindaba de manera sistemática en las escuelas, y esa difusión contribuía a saber de qué manera comportarse y estar preparados para la contingencia.

Así lo recuerda Gabriel Goyanes, Geólogo y habitante de la localidad hasta que la carrera y la familia lo llevaron a otros lugares más distantes, con España como sede de su hogar.

La mejor forma de comprender los fenómenos naturales que en la actualidad nos afectan es, en primera instancia, conocer algo de la terminología que se emplea cuando nos referimos a ellos.

“Un terremoto (sismo, temblor) es la vibración de la Tierra producida por una rápida liberación de energía. Se suelen producir por el deslizamiento de la corteza terrestre y aparecen porque, a medida que se van deformando y doblando algunas partes de esta capa superficial, se va almacenando energía elástica, al igual que cuando uno intenta de quebrar una madera e inicialmente comienza curvándola”, explica Gabriel con un ejemplo más cercano a nuestra cotidianeidad.

Cuando esas rocas alcanzan su límite de deformación se fracturan y liberan rápidamente esa energía acumulada en forma de vibraciones sísmicas, añade.

“Si lo asociamos al ejemplo anterior, es el momento en que la madera se quiebra y ambas partes vuelven a estar rectas. Cuando estas ondas se liberan, pueden llegar hasta la superficie y ser percibidas por la población”, acota.

En forma similar a lo que ocurre cuando se lanza una piedra a un estanque de agua tranquilo y se producen ondas concéntricas, desde el origen se libera energía en todas direcciones.

“A este origen se le llama foco o hipocentro y desde él se proyecta una línea vertical hacia la superficie para designar el llamado epicentro”, detalla Gabriel.

Una vez que se produce esa repentina liberación de energía, a veces los materiales necesitan cierto tiempo para acomodarse, y por eso no es extraño que se produzcan las llamadas réplicas.

“Son terremotos más débiles que el principal, incluso varios días después. Pero también es normal la aparición de sismos de menor magnitud previos que se denominan precursores”, señala.

Aunque hay varias medidas para representar la potencia de los terremotos en todo el mundo, una de las más habituales es la magnitud de Richter. Esta se obtiene a partir de un tipo de onda superficial que se produce en los terremotos y se mide su amplitud.

“Es un tipo de escala logarítmica, de modo que cada unidad de magnitud de Richter corresponde a un aumento de la energía de 32 veces: es decir, un terremoto de magnitud 4 en la escala de Richter libera 32 veces más energía que uno de magnitud 3, aproximadamente”, explica.

Al generarse un terremoto, las ondas se propagan a través de la Tierra tanto en su interior como por su superficie.

“Las primeras de ellas son las llamadas ondas P y S, donde las ondas P consisten en la transmisión de compresiones y dilataciones de la roca a lo largo de la dirección de propagación de la onda. En el segundo tipo u ondas S, las partículas se mueven en dirección perpendicular a la dirección de propagación de la perturbación”.

Por otra parte, existen las llamadas ondas superficiales debido a que solo se propagan por las capas más superficiales de la Tierra. Dentro de este tipo de ondas se pueden diferenciar las ondas Rayleigh y ondas Love; en las primeras las partículas se desplazan según una trayectoria elíptica retrógrada (como el ejemplo del estanque), mientras que en las ondas Love el movimiento de las partículas es perpendicular a la dirección de propagación de la perturbación pero sobre el plano de la superficie terrestre, y por ello son las más peligrosas.

“Todas las ondas mencionadas anteriormente tienen diferente velocidad de desplazamiento y por ello podemos detectar la llegada de cada una a la superficie mediante nuestros sentidos”, aclara.

Con estos conocimientos básicos en mente podemos dar paso a algunas preguntas que puedan haber surgido en los últimos días y que muchas veces las respuestas que se brindan sin sustento real solo tienden a confundir a la población en general.

¿Se puede predecir un terremoto?

“No, nunca. No existe al momento ninguna forma de poder pronosticar un hecho de estas características. Si se pueden definir áreas propensas a éstos, pero jamás se podrá decir nada relacionado con la recurrencia de los mismos”.

Entonces ¿Pará que sirve un sismógrafo?

“Los sismómetros o antiguamente los sismógrafos, son equipos capaces de dar información acerca de cada terremoto en particular. Es decir, darán información de la magnitud, la distancia y ubicación del epicentro e hipocentro, el tipo de onda, pero toda esa información se podrá conocer una vez ocurrido el evento”.

¿Qué puedo hacer en caso de estar en un terremoto?

“Actuar siempre de forma tranquila y de acuerdo a lo que digan los responsables de la seguridad de las personas, ellos son los que conocen que hacer en estos casos. Es imprescindible que toda la población sepa y sea consciente de la zona en la que vive. Ello se logra como se hacía antiguamente, y doy fe de que era así porque recibí las clases correspondientes de prevención en la escuela cuando era chico.

Hay que repetir y repetir estas clases a toda la población, para que siempre se tenga en mente que hacer y como reaccionar frente a un episodio de estas características. También ayuda a no crear pánico, situación que puede generar inconvenientes mayores”, concluyó Gabriel.