El tiempo de la rosa

La muerte del Papa Francisco reflotó en la memoria una situación del año 2013 que, si se concretara, podría vincular la figura del pontífice argentino desde El Calafate al mundo entero.
Pocos días después de la asunción de Jorge Bergoglio al frente de la iglesia católica, la por aquel entonces presidente de los argentinos Cristina Fernández de Kirchner viajó a Roma a visitarlo y a su regreso asumió un compromiso que, al día de hoy, por circunstancias que se desconocen, no se cumplió.
En ese encuentro ocurrido hace doce años atrás el Santo Padre, según relató la jefa de estado en Twitter, se acercó y le dijo: 'Tengo algo especial para usted y quiero que lo guarde”, y le entregó una rosa blanca, la flor preferida del Papa y símbolo de Santa Teresita, a la que el Pontífice siempre le rezaba.
En esos tiempos el párroco de la iglesia calafateña era Lito Álvarez, quien durante una comunicación telefónica con la ex presidente le recordó que era precisamente Santa Teresita la patrona de la localidad además del nombre de la Parroquia.
Según el propio testimonio de Cristina Fernández que reflejan los diarios de la época, guardó la flor para que se aplastara y secara dentro del libro con el Documento de Aparecida, elaborado en 2007 por los obispos católicos latinoamericanos, otro regalo del Santo Padre a la mandataria.
La presidente dijo entonces que tomó la decisión de secar la rosa blanca, colocarla en un cuadro y traerla a la parroquia de El Calafate "para que todos vean, los lugareños, los vecinos, los turistas, a esa rosa blanca que un Papa, que nació en Argentina, entregó en sus manos a la Presidenta de todos los argentinos".
En la práctica, ese anuncio nunca se concretó.
Se puede presuponer que en momentos en los que nuestro país se veía atravesado por una profunda grieta (poco diferente a la que vivimos hoy) ese deseo de Cristina se haya visto afectado en su instrumentación para no sumar nuevos elementos a la discusión social; y no sería descabellado pensar que la sugerencia de no avanzar -de haber existido en esos términos- pudiera haberle llegado desde El Calafate.
Ha pasado más de una década, Cristina ya no ejerce la primera magistratura pese a que tiene una intensa vida política, el Padre Lito se marchó de la localidad y el Papa Francisco falleció después de Pascuas.
Quizá este es el momento para retomar ese deseo de la ex jefa de estado y que El Calafate se prepare para recibir en su seno aquel obsequio que el Sumo Pontífice entregó con afecto, y que a corto plazo pueda ser exhibido en la Parroquia.
Quizá la rosa sirva como prenda de unión de los argentinos católicos que viven y visitan nuestro destino turístico, contribuir a la difusión de la fe cristiana y constituir un nuevo motivo por el cual los extranjeros se hagan un tiempo en sus recorridas para conocer el templo y la historia detrás de ese presente.
Quizá desvarío y no sirva para nada de eso, pero seguramente, en esa flor que estuvo en las manos de Francisco habrá un vínculo afectivo y religioso con ese Papa que fue reconocido y amado por millones de feligreses y respetado por innumerables presidentes del mundo.
Fernando Goyanes
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