Alquileres: Vivir con la angustia del desalojo inminente

Alquileres: Vivir con la angustia del desalojo inminente

 

 

 

 

 

por Fernando Goyanes

Numerosas familias están afectadas por una crisis habitacional que está muy lejos de resolverse.

Se podría afirmar que en El Calafate la falta de alquileres ha sido una constante que se agudizó a la par de consolidarse como destino turístico.

Aquellos que eligieron estos lares para forjarse un futuro cuando no distaba de ser un caserío en el que todos se conocían, mayoritariamente encontraron cobijo inicial en hogares de familia o de conocidos, pero asegurarse un techo propio demandó un tiempo que algunos no pudieron esperar y los que sí alcanzaron la meta propuesta.

Esas carencias de casas para nuevos pobladores fueron en parte subsanadas por un estado que invirtió en planes de viviendas en primera instancia, y el fomento a la entrega de tierras posteriormente.

Poco a poco surgieron los barrios en la periferia del pequeño centro de aquel entonces y familias completas encontraron soluciones a sus problemas.

Con la explosión turística la venta de tierras fiscales complementó esas políticas que de a poco comenzaron a distanciarse en el tiempo y reducirse en número.

Comprar un terreno era un principio de solución para quienes deseaban instalarse por mejor calidad de vida y posibilidades laborales y para el municipio constituyó una fuente inagotable de recursos, por la transacción comercial y debido al incremento de contribuyentes.

Pero hoy por hoy, acceder a una casa o a un terreno es una tarea titánica, con un estado casi ausente (durante años por falta de decisión política y en los tiempos que corren por carencia de fondos) y alquilar una misión casi imposible.

Un emergencia habitacional dictada en períodos electorales silenció circunstancialmente las voces que se comenzaban a alzar con pedido de soluciones, pero a un año de ese momento y a punto de vencerse, sigue sin haber medidas para centenares de personas necesitadas.

El cambio del destino de viviendas familiares a prestaciones turísticas de alojamiento achicó el mercado inmobiliario, desde el municipio creyeron que aumentando los valores de las habilitaciones iban a torcer el rumbo y favorecer a los demandantes de techo donde cobijarse pero no fue así.

Los interesados en dedicarse al turismo pagaron lo que se les pedía, las casas, departamentos o cabañas no volvieron al circuito inmobiliario, los potenciales inquilinos siguen en la misma situación o peor ya que cada vez son más los intimados a entregar las viviendas para ser rentadas temporariamente y el único que ganó fue el estado con mayor recaudación.

¿Está mal esa decisión de los propietarios? Obviamente que no, cada quien atiende su juego e intereses, pero el repliegue de los gobiernos en todas sus instancias para contribuir a resolver el problema asfixia aún más porque cada vez hay menos opciones disponibles.

En esta edición compartimos algunos testimonios que permiten conocer en primera persona las problemáticas que atraviesan.

Quienes cuentan con un hogar seguro a veces empatizan con ellos pero no alcanzan a comprender en toda su magnitud lo que viven día a día estas familias, otros como a veces sucede en las redes sociales “invitan” a que esas familias se marchen a sus lugares de origen, y hay quienes financian ese retorno para sacarse un inconveniente de encima.

Quizá darle voz y ponerle nombres a quienes muchas veces no logran ser escuchados pueda ser un primer paso hacia una solución.