Alquileres: “Quiero dormir en paz y no pensar que me van a golpear la puerta y quedar en la calle”

Alquileres: “Quiero dormir en paz y no pensar que me van a golpear la puerta y quedar en la calle”

Fabiana Cabrera es una de las más de trescientas personas que mediante un grupo de WhatsApp se vinculan, comunican, consuelan y tratan de buscar respuestas a las necesidades de alquiler que los agobian.

En la actualidad y producto de la falta de oferta vive con su pareja, dos hijas, tres nietos y otro hijo varón que fue desalojado y circunstancialmente se sumó. Esa solidaridad materna se multiplica entre aquellos inquilinos que ante la situación dan cobijo momentáneo a terceros conocidos, es preferible amontonados que en la calle, dicen.

Hay gente que quedó sin techo, tuvo que vender sus pertenencias e irse, aún con trabajo estable.

“Necesitamos ser escuchados, hay una emergencia habitacional en El Calafate y somos muchos los que la estamos padeciendo, hay más de sesenta familias con riesgo de desalojo en un grupo que supera las trescientas”, comienza la charla Fabiana Cabrera.

En su caso particular el contrato venció el 31 de mayo, la casa está en sucesión, habló con algunos de los dueños para solicitar unos meses de prórroga y recibió una negativa porque querían poner a la venta el inmueble, de hecho, vive a la espera de una intimación judicial de desalojo que no se sabe cuándo ni cómo sucederá, mientras busca alquileres para poder darle tranquilidad a su familia.

“Hace más de un año que busco y no se consigue, yo no quiero quedarme con algo que le costó mucho esfuerzo a alguien, fui a la Defensoría a explicar mi situación habitacional y de salud, soy insulinodependiente, tengo trombofilia, mi pareja pancreatitis y está en recuperación de una cirugía, trabajo como empleada doméstica de manera fija, esto es desesperante…

Yo guardo todos los meses la plata que corresponde al alquiler pero no me la quieren recibir y sin un comprobante de pago es como si nunca lo hubiera hecho, eso quedó registrado en la Defensoría, pero la respuesta de los dueños es que quieren que me vaya, hice todo lo que estaba a mi alcance”, se lamenta Fabiana.

Según relata hubo casos en los que las boletas de los servicios no estaban a nombre de los inquilinos sino de los propietarios y cortaron los suministros para poder desalojarlos.

“No somos escuchados por los gobiernos, el año pasado hicieron un relevamiento, nos pidieron los datos pero no tuvimos soluciones, ni siquiera con la emergencia habitacional que dictó el Concejo Deliberante”, acota.

Los mismos damnificados por la situación plantean un proyecto: conseguir algunas manzanas de tierras fiscales que puedan ser divididas no con las superficies que establecen hoy las Ordenanzas pero con espacio suficiente para avanzar en la construcción de algún techo (que también requeriría algo de apoyo estatal) para contar con un punto de partida que descomprima el tema.

“Nos dijeron que las tierras disponibles no tienen luz, agua ni gas, es cierto, pero muchos de los barrios populares arrancaron así, construyendo con energía prestada o generadores, calefacción a leña o gas de tubo, y después entre vecinos, municipio y empresas se fue avanzando”, añade.

Para estas familias la usurpación que se da en otros lugares no es una solución por convicciones personales y por las características climatológicas.

“No queremos problemas, queremos ser escuchados y juntos buscar soluciones. No se consigue alquiler, y eso hay quienes lo aprovechan para cometer estafas, se publican casas, mandan fotos, te apuran para que pagues una seña sin siquiera visitarla y te dicen que tienen varios interesados, muchos en la desesperación pagaron y luego estos delincuentes desaparecieron, hay denuncias presentadas en sede policial”, agrega.

A ella misma le sucedió pero no cayó en la trampa, y todo el contexto lleva a picos de stress y angustias inimaginables porque no se sabe en quien confiar.

“Lo único que quiero es dormir en paz y no pensar que mañana me van a venir a golpear la puerta porque me tengo que ir a la calle, quiero poner mi cabeza en la almohada y no tener que acostarme con miedo como todas las noches, es horrible, desesperante”, concluye Fabiana.