Más historias del GIA

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Marcela NIEVA, el embarazo deseado

En una época donde es difícil asumir la responsabilidad plena de lo que uno hace, y vaya si lo podemos observar casi a diario, vimos con admiración y gran regocijo una compañera como Marcela Nieva, quien se acercó al grupo para iniciar su proceso de recuperación al darse cuenta que no podía manejar la situación, que se estaba enfermando y que su vida estaba demasiado gris.

Más aún disfrutamos después de transcurridos varios meses (en realidad, casi dos años) cuando nos dio una excelente noticia que alegró a todos los integrantes del grupo: estaba embarazada.

Era su primer embarazo en condiciones óptimas, contaba con trabajo estable, no hay sustancias en su cuerpo y muchísimos proyectos de cara al futuro: la bebé, el trabajo, la casa, la relación con su familia y amigos.

Jamás podemos olvidar tu llegada y el ingreso al GIA, ocasión en que fuiste acompañada por una amiga tuya que estaba embarazada, te daba todo su apoyo y afecto para que te fuera bien.

En esa oportunidad además hablaste de la energía que te daba ese bebé desde la panza de su madre, tu amiga, y desde allí hasta tu propia maternidad se dio un largo y venturoso camino de esfuerzo y disfrute, que vos nos enseñaste que vale la pena recorrer.

 

Doña RAMONA y el mate terapéutico

Compañera de ochenta y pico de años, correntina, Doña Ramona aparece en

nuestras vidas buscando atención, comprensión, afecto, típico de una persona de su edad.

Alguien que quería ser útil, sentirse viva, que no estaba pintada.

Cuando le preguntamos ¿Sabés hacer mate?, nos contestó: “¡Soy correntina!”, y a partir de ese mismo día fue la cebadora oficial del Grupo GIA de Puerto Deseado.

Tenía la sabiduría popular adquirida con el tiempo, sabía esperar y escuchar, se tomó tan en

serio su rol, que se obligaba a concurrir al Departamento Trabajo Social y Salud Comunitaria del Hospital, todas las veces que podía.

Su accionar era casi mágico, solía alcanzar un amargo a las personas que esperaban ser atendidas, casi siempre con mucha carga emocional encima (ya que las personas que concurrían a dicha oficina hospitalaria, venían inmersas en su mundo de problemas) y esto generaba una actitud positiva en el paciente (como la armadura oxidada, que se abría hacia las personas).

A veces conversaban un poquito pero las más se comunicaban con las miradas, y le daban las gracias por los mates recibidos.

Cuando uno atendía la demanda, sorpresivamente percibía la buena predisposición de la

gente que esperaba; era lógico que así sea, la primera atención la había brindado Doña Ramona con su mate amargo.

¡Y como brillaba en la oficina con su solo “estar”, con su acompañamiento, con su

simpleza y comprensión!

Al final, había venido por ayuda y terminó dándonos la respuesta: con su presencia y su mate amargo estaba al servicio de la gente, en esta difícil tarea de construir una existencia  saludable y mejorar nuestra calidad de vida.