La mesa (electoral) está servida

La mesa (electoral) está servida

Santa Cruz enfrenta en octubre de 2025 una elección que, más allá de las tres bancas nacionales en disputa, funciona como termómetro político.

Es la primera vez que se vota sin la ley de lemas, aquel mecanismo que durante décadas permitió la sumatoria de sublemas y la dispersión interna. Su derogación simplifica el escenario y obliga a las fuerzas a competir con listas únicas, sin atajos aritméticos.

A este cambio se suma otro dato inquietante: la baja participación esperada, producto del desencanto ciudadano y de la sensación extendida de que las urnas ya no modifican la realidad cotidiana.

En este marco, dos figuras concentran la atención. Por el oficialismo provincial “Por Santa Cruz”, dentro de la coalición “Provincias Unidas”, se presenta Daniel Álvarez, actual jefe de Gabinete.

Su mensaje busca equilibrio: un Estado eficiente y moderno, pero sin sacrificar empleo ni derechos. Defiende la producción local, el rol de YCRT y la generación de trabajo privado. Su fortaleza es la visibilidad institucional; su debilidad, la carga de ser oficialismo en un clima de desgaste.

Del lado de “Fuerza Santacruceña” aparece Juan Carlos Molina, sacerdote y ex titular de SEDRONAR.

Su trayectoria en fundaciones sociales le da un perfil distinto, orientado a la niñez, la educación y la salud. Molina apuesta a encarnar un peronismo de cercanía, más comunitario, aunque también arrastra el peso de su paso por la gestión nacional.

Simbolismo y experiencia se mezclan en una candidatura que interpela tanto como divide.

El resto del menú lo completan fuerzas nacionales con expresiones locales: Jairo Guzmán (La Libertad Avanza), con un discurso liberal que desafía la tradición estatista; Leonardo Roquel (PRO), que busca recuperar presencia con un perfil de orden y gestión; Pedro Muñoz (Coalición Cívica), con énfasis en transparencia institucional; y Gabriela Ance (Frente de Izquierda), persistente en la denuncia de desigualdades y en la defensa de recursos naturales.

También se presentan opciones tangenciales como la lista del Nuevo MAS, encabezada por Jorge Jesús Mariano, y la de Proyecto Alternativo, con Jorge Cruz, cuya gravitación se limita a expresar voces periféricas dentro del escenario político provincial.

Ninguno parece con chances de polarizar, pero sí de expresar malestares y captar votos dispersos. Se verá si el ascenso que traía Guzmán se mantiene o si como sucedió en la provincia de Buenos Aires sufre un freno.

La novedad de competir sin lemas transforma la elección en una disputa más directa. Cada voto cuenta y no habrá sumatorias internas que alteren el resultado. El ausentismo, sin embargo, puede ser el verdadero protagonista: una participación baja puede relativizar la legitimidad de los ganadores y mostrar hasta qué punto el contrato democrático en Santa Cruz necesita renovación.

La elección se configura como una tensión entre continuidad y cambio: Álvarez representa al oficialismo que promete modernizar sin desarmar; Molina, al peronismo que busca reinventarse desde lo social; libertarios, PRO y Coalición Cívica ensayan sus chances; la izquierda insiste en marcar agenda. La mesa está servida: lo que falta saber es si los ciudadanos querrán sentarse a comer o si, como se teme, la apatía dejará los platos intactos.