Dirigir a los rebeldes
por Jerónimo Vázquez
La rebeldía en el deporte es un elemento constitutivo. Se le pide al deportista una cuota importante de la misma a lo largo de toda su trayectoria. Al principio para que le ayude a atravesar los años formativos. Y de grande, si llega a profesional, para que resuelva situaciones en beneficio del equipo: que con una gambeta rompa la estructura táctica del rival, o con un caño suelte los nudos de aburrimiento con los que se atan los partidos cerrados.
Del otro lado, gestionar la rebeldía siempre representa un tema delicado para los que están al frente de los equipos, como demostró el escándalo de hace unas semanas entre Ricardo Centurión y Eduardo Coudet, jugador y entrenador de Racing respectivamente
Carlos Giesenow, licenciado en psicología, en su libro “Psicología de los equipos deportivos. Claves para formar equipos exitosos” afirma que “cualquiera que ha integrado grupos sabe que es imposible evitar la aparición de conflictos”.
Más allá de tener una opinión subjetiva sobre la forma en cómo se resolvió la situación en el club de Avellaneda (recordemos que al momento de escribir estas líneas Centurión estaba apartado del plantel profesional y su destino era incierto) nos preguntamos si hay manera de lidiar con estas situaciones.
Giesenow -al parecer- piensa que sí. En su libro dice que “la meta del entrenador no es prevenir que sucedan los conflictos (lo cual es imposible) sino en manejarlos y canalizarlos de un modo productivo y no destructivo. Si ignora los problemas está eludiendo uno de los aspectos más importantes de su labor.” Y la clave pasaría por diferenciar el trato con los integrantes del plantel, especialmente con el rebelde. Así lo demuestran líderes con mayor experiencia.
Phil Jackson, cuenta en su libro “Once Anillos” que cuando dirigía Chicago Bulls buscaron reforzar el equipo contratando a Dennis Rodman. El defensa llegaba de los Spurs con una serie de situaciones de indisciplina y se iba a sumar al equipo de Michael Jordan y compañía. Dice Jackson que “antes de que Dennis llegase al campamento de entrenamiento mantuve una larga charla con los jugadores. Les advertí de que, posiblemente, Dennis se saltaría algunas normas porque le costaba acatar ciertas directrices. Era probable que, esporádicamente, me viese obligado a hacer excepciones. «Tendrán que mostrarse maduros en esta cuestión», pedí. ¡Vaya si lo fueron!” Aunque no ahonda en los momentos en que tuvo que saltarse las normas, lo hechos le dieron la razón y Jackson transformó a ese equipo, con Rodman incluido, en una máquina de ganar: se coronaron tricampeones de la NBA entre los años 1996 y 1998.
Lo que hizo Jackson con Rodman es similar a lo que le recomendó Julio Velasco, entrenador argentino de voleibol, a un novel aspirante a director técnico de fútbol llamado Josep Guardiola la vez que se encontraron en Italia. De esa reunión Velasco recuerda que Pep “se acordó de un concepto: «no todos los jugadores deben ser tratados de la misma manera» y para mí cada cita de Guardiola es uno de los más grandes honores que tuve en mi carrera." Y refuerza aún más la idea de cómo relacionarse con los jugadores y con los rebeldes en particular “el trato con los jugadores es de seducción. Seducir es descubrir qué le gusta al otro. Nosotros como entrenadores no podemos decirle a un jugador: esto es así y punto. Hay jugadores con los que uno se comunica yendo a cenar, a otros alcanza con hablarles tras la práctica. Eso lo debe descubrir el entrenador. Cuando hay un caso evidente de desigualdad (Ej: Maradona en Napoli) lo mejor que puede hacer un entrenador es hacer explícita esa desigualdad. Que todos sus compañeros tengan en claro la situación."
Diego Simeone actual director técnico del Atlético de Madrid, en el libro “El efecto Simeone” deja claro que le gusta trabajar con jugadores rebeldes. “Me gustan los jugadores rebeldes. Es labor del entrenador sacar el máximo partido de ellos” y en igual tono a lo que hizo Jackson con Rodman, y a lo que aconseja Velasco, el Cholo afirma que “no todos los miembros del grupo pueden ser tratados de la mima manera. Hay que conocer la personalidad de cada uno y saber lo que se le puede decir, cuándo se le tiene que decir y cómo se le debe decir.” Y más adelante cierra el concepto: “dentro del grupo, como es lógico, hay miembros que son más abiertos a tus consejos que otros. El trabajo del técnico es saber cómo manejar a cada uno”.
En ese conocer a cada jugador y tratarlo de forma individualizada para armonizar las diferencias particulares dentro del grupo, hay una gran cuota de afectividad latente por parte de quien conduce. Marcelo Bielsa, en su momento, sintetizó esa idea de forma precisa: “uno debe querer a quien conduce. Por eso hay que incluir al que no protagoniza y entender que los rebeldes no nos desafían, sino que simplemente están informándonos.”
De todo lo expuesto se deduce, entonces, que la solución para lidiar con la rebeldía de los deportistas pasa por darle lugar a que nazca un sentimiento de afecto de parte de los que estamos al frente de los equipos, para entender a cada uno en su individualidad y, mediante el trato particular, ayudarlos a canalizar esa rebelión en función del mejoramiento grupal. Algo difícil, pero no imposible.
¡Hasta la próxima!
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