Se agotó la Energía para Renovar

Se agotó la Energía para Renovar

Hay implosiones que hacen ruido, y otras -como la de Claudio Vidal- apenas dejan un eco húmedo en los pasillos alfombrados del poder. Lo que comenzó como la pantomima de una gesta de renovación terminó en una comedia de enredos con aroma a oficina cerrada, telaraña y moho.

Juró encarnar el aire nuevo del sur, la energía para renovar, pero se ha convertido en una suerte de funcionario de sí mismo, rosqueando cargos en un palacio donde ya no entra ni el viento, con poca señal y batería baja.

Los resultados electorales 2025 son el espejo donde el otrora Emperador Claudio se mira y apenas si logra reconocerse. Fuerza Santacruceña se sostiene frente al empuje libertario no sin heridos; el paisaje provincial abandona el monólogo peronista en el que habito por décadas. Ya no hay un solo color, las voces se multiplican.

Del mandato de cambio al tedio administrativo

El pueblo suele castigar con precisión quirúrgica. Vidal fue elegido para desarmar el viejo régimen, pero montó una versión más burocrática, opaca y, por qué no decirlo, más aburrida de lo mismo de siempre.

En vez de revolución, ofreció un guiso con sabor a sobra recalentada. La energía de la renovación se disipó en la rosca, la paranoia y los contratos de publicidad en portales anodinos.

En un rapto de ingenuidad -o de soberbia digital- el gobierno creyó que podía comprar afecto vía YouTube y agotó la poca paciencia que le quedaba a la ciudadanía.

Un candidato insulso, hueco, sin atributos, tampoco supo enamorarnos. La patria de los algoritmos no concede indulgencias: no hay pauta que mitigue el desencanto.

Mientras algunos incluían como figurita grotesca al vicegobernador en ejercicio en spots vacíos, el pueblo apagaba el sonido. Escuchaba otras voces, hablaba en un idioma distinto.

El ascenso de Jairo Guzmán: el hijo del hartazgo

En el escenario emerge una figura inesperada: Jairo Guzmán, el libertario que, voto a voto, disputó el alma de Santa Cruz al kirchnerismo duro. Hay en su ascenso algo de profecía autocumplida: Vidal prometió libertad encerrado en una oficina. Guzmán, con su mezcla de insolencia y timing, entendió lo que el gobernador olvidó: que el poder ya no se conquista desde el palacio, sino desde la calle y la bronca de no querer repetir un horizonte vacío.

Los resultados en Río Gallegos, Caleta Olivia y Las Heras confirman el nacimiento de una fuerza provincial capaz de disputar intendencias, concejalías y bancas legislativas. La Libertad Avanza se transforma así en un fenómeno político con raíces locales, en el exacto punto donde el oficialismo se desangra en intrigas y renuncias.

El SER que ya no Es

El Partido SER, y la coalición de infertilidad que lo rodea, experimento de transversalidad minera y popular, se derrite como helado al sol.

La alianza que sostenía a Vidal se fractura entre intendentes que ya buscan otros refugios y funcionarios que prefieren no ser vistos en las fotos oficiales. No dejan ni un like a cambio de jugosos sueldos.

El gobernador, cada vez más solo, parece condenado al zoológico político del pato rengo, animal legendario que sigue caminando por inercia mientras el universo ya lo ha borrado del rígido.

Ni los litigios en el Tribunal Superior de Justicia ni las operaciones en los medios podrán revertir la evidencia: el vidalismo es hoy una metáfora perfecta de la entropía. Todo lo que toca, se inmoviliza.

2027: la fábula del duelo inevitable

El horizonte político se aclara con precisión casi literaria: Pablo Grasso (¿insistirá Belloni?) -el kirchnerismo en su versión municipalista y devota- frente a Jairo Guzmán, el advenedizo libertario que llegó para incendiar los manuales.

La batalla promete incendiadas retóricas, rayos y truenos. Y quizá alguna idea. Un modelo para armar de provincia.

Vidal en tanto, quedará reducido a una nota al pie, un pie de página en la historia reciente de Santa Cruz. La lección es lisa y llana: Cuando los gobernantes olvidan al pueblo, el pueblo los olvida.

Pablo Ferro