Ruidos, silencios y preocupaciones del Caso Gutiérrez
De la conmoción a la pirotecnia verbal. De la sorpresa al descreimiento. De la búsqueda de la verdad a la noticia deseada, esa que puede no tener asidero pero en la cual creemos fervientemente.
Fueron pocos días pero parece una eternidad desde que El Calafate amaneció con la triste novedad de un asesinato en un pueblo-ciudad que, a falta de actividad turística por la pandemia, llama la atención involuntariamente desde las páginas policiales.
La noticia fue como un balde de agua fría en una ya de por sí gélida región producto de la ola polar que parece no querer irse.
Resulta increíble y a la vez se ha naturalizado que cada circunstancia, independientemente del ámbito y la temática que sea, deba medirse e interpretarse desde la connotación política. Todo se incluye en esa agenda, con razón o sin ella, independientemente de las motivaciones que le den sentido a este sinsentido de una muerte violenta.
No es lo mismo analizar lo que ha sucedido desde el ombligo del país que resulta ser Buenos Aires que in situ en El Calafate, aunque el soporte de la mayoría de las apreciaciones surja de un impecable y objetivo trabajo de los periodistas locales que cubrieron el hecho.
Las declaraciones estridentes, las conjeturas apresuradas, las interpretaciones intencionadas, las dudas razonables, las desconfianzas de siempre, estuvieron y están a la orden del día.
Mientras tanto, en contraposición con tanto ruido mediático, el profundo silencio del dolor de las familias involucradas en este trágico suceso, tanto de la víctima como de los victimarios, el shock de incredulidad ante los hechos, seguramente, las ansias de volver el tiempo atrás y desviar el curso de los acontecimientos.
Pero lamentablemente, lo hecho hecho está, y de nada sirve llorar sobre la leche derramada, solo resta determinar las responsabilidades y actuar de la manera más clara para que se haga justicia.
Lo que preocupa, más allá de los nombres y las circunstancias que repercuten en diversos ámbitos en los cuales cada cual atiende su juego sin importarle demasiado la cuestión de fondo, es que en un pueblo-ciudad de treinta mil habitantes se produzca una muerte violenta como la que reflejan las noticias, y eso da para pensar.
¿Cómo llegamos a este escenario? ¿Qué está pasando en nuestra localidad que no queremos ver? ¿Cómo afrontamos esta realidad para que en el futuro no tengamos que lamentar muertes injustificables como la de Fabián? ¿Desde qué lugar se tienen que dar los primeros pasos para analizar lo sucedido y actuar en consecuencia para bien de la sociedad?
La Justicia es la encargada y responsable de esclarecer este hecho, pero la comunidad en su conjunto, con sus diferentes niveles de responsabilidad, debería pensar en hacer lo que esté a su alcance para que no se repitan.
Fernando Goyanes
Comentarios (0)
Comentarios de Facebook (0)