COTECAL: Medio siglo comunicando
Una historia sustentada en el sueño y voluntad de pioneros que con tiempo, esfuerzo y riesgo patrimonial personal permitieron vincular a El Calafate con el mundo.
No es casualidad…
La Cooperativa Telefónica Calafate Limitada cumple 50 años de su creación, producto de la convicción y perseverancia de un grupo de socios fundadores que en muchos casos, participaron también del surgimiento de otra entidad con gran historia: El Club Social y Deportivo Lago Argentino.
Es ineludible trazar un paralelismo entre ellas, con veinte años de diferencia -el Club cumplió setenta en julio- con proximidad física en sus sedes, por compartir dirigencia, por ser los primeros espacios en los que la democracia reinaba plenamente aún en épocas terriblemente oscuras de nuestro país.
Allí se respiraba libertad, de elegir y de ser elegidos, de trabajar en solidaridad, pensando en el otro.
COTECAL cumple 50 años, y su primer presidente Héctor Roy Negro en diálogo con El Portal Patagónico recordaba hace una década atrás, esos orígenes.
“Me saco el sombrero por el doctor Formenti, tuvo la visión de sacar un grupo de personas que se llevaban bien y dijo: che, vos, vos y vos, por qué no se juntan que les van a dar la plata para formar una central telefónica.
Resultó que cuando la comisión llegó a Buenos Aires la plata no estaba, y ahí nos queríamos morir, porque no solamente habíamos hecho mucho barullo, sino que también habíamos llamado a Siemens y firmado una carta de intención, que si bien era de palabra para nosotros eso valía tanto como un documento”.
Roy Negro relató además el momento de redactar el Estatuto junto a su padre y Federico Wyss.
“Ninguno era mecanógrafo, escribíamos con un dedo, con dos o tres. Cuando lo terminamos fuimos hasta Río Gallegos a presentarlo y nos dicen que no sirve porque tiene que ser presentado en papel romaní. Volvimos amargados y a los insultos porque no eran cuatro hojitas, pero llegamos y lo hicimos todo de vuelta”
Los planteos familiares tampoco fueron ajenos a la conversación con el medio.
“Es que no eran dos horas por semana sino un trabajo diario y sin horarios, sin remuneración económica y con mucho de peligro financiero para los bienes personales”.
Sañin Simunovic, por la misma época que Roy, al cumplirse los cuarenta años de COTECAL, relató la historia desde el lugar que le tocaba ocupar por ese entonces: Comisionado de Fomento.
“Me tocó recibir un día a dos señores que venían de Buenos Aires con la intención que se formara una Cooperativa para dotar de teléfonos automáticos a El Calafate en el año 1969, era como que aparecieran unos individuos para establecer una base de lanzamiento de cohetes a la luna”.
Reunión de vecinos mediante, se explicó la idea e inmediatamente surgió el compromiso de aquellos pobladores.
“Se conformó la entidad, se armó el primer Consejo de Administración, era notable el entusiasmo, la participación y el aporte de cada uno. Aportábamos las cuotas y estuvimos largo tiempo sin ver nada en los hechos, pero había confianza y expectativa, se formó, se equipó y comenzó a funcionar”.
Pedro Ojeda por su parte, manifestaba tiempo atrás su orgullo por lo que se hizo y lo que se hace.
“Cuando me fueron a ver yo les dije para que quiero teléfono si no tengo con quien hablar, éramos unos pocos por manzana, pero Gatti me insistió, pagué y ahí lo tengo”.
Otro testimonio que no podemos dejar caer en el olvido es de José Iglesias.
“En el Hotel Pantín estaba Rodríguez, y decía para que quiero teléfono acá, no se veía el progreso de El Calafate, pero yo le dije mire Rodríguez, en Puerto Santa Cruz, en Río Gallegos, en todos lados hay teléfonos, pero no lo pude convencer. Los de la Comisión nos quedamos con un par para poder cumplir con lo comprometido”.
Todo a pulmón, con esfuerzo, ellos jamás pensaron que ese aparato que tanto les costó en trabajo y en dinero, hoy casi está en vías de extinción.
Pero COTECAL se fue adaptando a las necesidades de cada época para estar a la altura de la instrumentación de nuevas tecnologías, evolucionó, quizá sea importante no perder de vista el espíritu de aquellos fundadores, y fortalecer cada día un sentido de pertenencia como el que los motivó a dar el primer paso.
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