Entregaron credenciales a soldados de guerra continental de Malvinas en Santa Cruz
Sucedió en El Calafate semanas atrás. Se trata de un reconocimiento de la legislatura de la provincia a civiles y militares que aportaron a la logística de la contienda desarrollada en el archipiélago.
Los destinatarios acreditados en esta primera instancia fueron José Perpignan, Néstor Méndez, Ruperto Inostroza, Daniel Tittarelli, Boris Vivar, Julio Arias y César Andrada.
Fue precisamente el Doctor Perpignan el encargado de hacer la entrega y el que inició el diálogo con Carta Abierta para brindar mayores detalles al respecto.
“Se trata de un reconocimiento honorífico para aquellos que desde el continente contribuyeron con su accionar en el conflicto bélico, y en el futuro está previsto se otorgue un diploma y una medalla en el marco de la Ley 3925”, señala.
Hubo quienes estuvieron desempeñando funciones en el aeropuerto, otros en la costa santacruceña, algunos cargando armamento, combustible o insumos para las tropas insulares, a Perpignan el sitio asignado fue el hospital de Río Gallegos.
Néstor Méndez fue desde siempre uno de los que planteó a viva voz la necesidad de reconocer a quienes desde el continente hicieron lo suyo para que en el archipiélago sucediera lo que ocurrió.
“Yo había salido de baja el 2 de marzo, telegrama mediante me reincorporaron el 8 de abril a la Compañía Ingenieros 11, nos enviaron a Puerto Coyle, teníamos distintas posiciones porque no se sabía dónde podía haber un ataque inglés. Después nos movieron a Río Gallegos para guardias alrededor de la ciudad.
Durante los diez años posteriores a la guerra todos éramos soldados TOAS pero cuando llegó la hora de establecer cupos para los pagos a las pensiones ahí quedaron los del continente como movilizados.
La provincia le debía un reconocimiento a los soldados que pertenecían al Distrito Militar Santa Cruz.”
Daniel Tittarelli nos cuenta su experiencia: “Llegué a Río Gallegos como suboficial de la Fuerza Aérea y al poco tiempo se desarrolló el conflicto en el cual participé como generador de energía en pista para poner en funcionamiento la cabecera 25.
Eran turnos desde ocho horas sin límites con la atención puesta en que no se detuvieran los generadores y mantenimiento full time ya que era prioridad nuestra producción por encima de la de la base o la red domiciliaria.
Este reconocimiento me hace haber sido tenido en cuenta”.
Boris Vivar cumplió funciones en la compañía de Arsenales N° 11 y luego de la instrucción fue trasladado al aeropuerto de la capital provincial.
“Realizábamos la custodia, movimiento de cargas y armamentos de los aviones, tuve como compañero a José Rebolledo fallecido hace muy poco. No teníamos horarios, todo el día uniformados hasta para dormir”, señala.
A su turno Ruperto Inostroza indica que estuvo en el Regimiento de Infantería Mecanizado N° 24 y sus principales recuerdos están asociados al sufrimiento que, pensaban, estarían atravesando los soldados en Malvinas.
“Éramos muy nuevitos, nos incorporamos en febrero de 1982, veía a los que llegaron de Buenos Aires como padecían el frío en el continente mientras estábamos a disposición de la jefatura. Hacíamos guardias en toda la ciudad, nos llevaban a Güer Aike, a otros lugares de la zona, días enteros con los borceguíes puestos, nos hacían adultos muy pronto.
Este reconocimiento es bueno, no estamos olvidados del todo pero acá mismo en El Calafate hay muchos que no saben que había hijos del pueblo prestando servicio”.
César Andrada pertenecía al Batallón Comando y Apoyo Logístico de Infantería de Marina N° 1, en diciembre de 1981 a poco de irse de baja se la suspenden.
“Mi abuelo estaba en Río Gallegos, yo soy de Córdoba, así que cumplíamos horarios ya sin uniforme y los francos iba a su casa. Llegado abril nos dicen a vestirse de verde la Patria los necesita. Yo era dragoneante, cubríamos la costa desde Río Gallegos a Cabo Vírgenes y me encargaba de los relevos hasta los pozos de zorro cada dos horas.
También cargábamos armamentos y alimentos en los aviones Fokker a los que les sacaban los asientos para transformarlos en aviones de carga”.
Los mecanismos para esa tarea eran muy rústicos, una plataforma de metal de unos seis metros de largo por cuatro de ancho a la cual subían los obuses con esfuerzo humano, César quiso ayudar tomando de uno de los extremos, se volcó y cayó sobre su pierna.
“Me cargaron en la caja de una camioneta hasta el hospital, si bien no me quebré no podía caminar y estuve casi un mes en la enfermería del Batallón. Encontré un dibujo de un león echado con la bandera británica y el gauchito del mundial 78 pisándolo y lo empecé a dibujar y regalar. Si alguien aún tiene esas ilustraciones me encantaría saberlo.”
Julio Arias era Infante de Marina destinado a la Base Aeronaval Río Grande donde desarrolló tareas logísticas.
“Tuve una instrucción de tres meses en La Plata, el destino fue Río Gallegos y luego Río Grande. Desde allí partían los Super Étendard que portaban los exocet. Mi vieja sufría mucho porque yo estaba en esa situación.
Sin logística no hay guerra, participamos del conflicto aunque no hayamos ido a las islas, pendientes de lo que pasaba allá y de lo que podía pasar con Chile.”
Para realizar la entrega de credenciales se organizó una reunión asado por medio en la casa de César Andrada, la oportunidad reflotó viejos recuerdos y algunas anécdotas, y Carta Abierta pudo compartir con ellos esas charlas y dar a conocer en esta nota sus testimonios.















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