Geopolítica del miedo
“La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.
Carl von Clausewitz
Pablo Ferro
Habitamos un mundo de escasez. Un mundo de emperadores e imperios desnudos. Un mundo roto. Partido en bloques inestables de poder, plagado de implosiones y de grietas. Habitamos una globalización desinflada en bombuchas. China y su área de influencia, que toca con sus finos dedos el Guzheng por los bordes de Rusia. Estados Unidos montado en el caballo cansado de Europa, al que se le ven las costillas. Latinoamérica, detrás de sus telarañas, como espacio fragmentado en permanente disputa. África, como pregunta incómoda.
El Banco Mundial prevé que en 2024 el crecimiento del comercio mundial será sólo la mitad del promedio registrado en la década anterior a la pandemia. La situación planetaria se palpa en los bolsillos vacíos.
En tiempos de escasez, cunden el simulacro y la retórica. Los personajes grotescos, los discursos del odio, el hating. La guerra virtual o real contra enemigos ciertos o imaginarios. El miedo a la progresión de la desabundancia, si se quiere, fogonea algoritmos, moldea conductas, disciplina a las multitudes, electriza intimidades. Somos víctimas de una gramática tan antigua como Zaratustra. Dicen que dijo Jesús: “A los tibios los vomitaré de mi boca” (Ap. 3:15-17). No hay lugar aquí para grises. Pero basta con respirar profundo y contar hasta setenta veces siete, para entender que nos mienten. Que nada es tan lineal como parece. Y que los grises son todo lo que en verdad acontece. Sirva de ejemplo de grises el flujo y reflujo del gas ruso. Pocos saben que Europa, a través de países intermediarios, sigue comprando gas ruso, en plena guerra ucraniana.
Nuestro país, mientras tanto, arde en dos tiempos. El tiempo del oficialismo, de ajuste y superávit, y el tiempo de una oposición petrificada en las coordenadas de 2015. De aquellas arcaicas horas en las que Facebook permitía ganar elecciones. Dos formas de comunicar se enfrentan, por volver a la metáfora bélica, en una batalla cultural que haría reír a Gramsci. Pero el tiempo del oficialismo mira al futuro, presenta un horizonte. Los tiempos opositores sólo muestran fragmentos melancólicos de una película muda.
Imagen: @epilepticfed
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