Reflexiones en tiempo de pandemia – Fernando Goyanes
Que no nos digan que estamos mal no significa que estemos bien.
No siempre tenemos que estar pendientes de la mirada de un tercero para darnos cuenta de lo que pasa, o al menos, así quizá debería ser.
Probablemente porque somos habitantes de un país que tuvo innumerables gobiernos dictatoriales durante los cuales pensar ya de por sí estaba prohibido, nos fuimos acostumbrando a que nos dijeran que era lo que podíamos hacer, que no, cuando hablar y cuando callar, en esas simples cosas uno se estaba jugando la vida.
En la actualidad, atravesamos una pandemia en la que nuestra salud, y en muchos casos, la vida, también está en juego.
Se hace necesario más que nunca, que seamos los propios habitantes de este mismo país los que actuemos como ciudadanos responsables y tomemos las decisiones individuales que nos ayuden a superar este temporal en beneficio propio pero a la vez, colectivo, sin tutores, guías o líderes que nos indiquen el camino.
En resumen, seamos egoístas para ser solidarios.
Si actuamos con la intención de protegernos y proteger a nuestras familias del virus, a la par estaremos cuidando a los que nos rodean, aquellos con quienes trabajamos, entrenamos, a los que queremos y los que nos quieren.
Los casos siguen en aumento en los principales conglomerados de nuestro país pero también en esta ciudad en la que vivimos, 300 en la última semana comparado con los 186 de la semana anterior, y disculpen si focalizo en los contagios y no en los recuperados, los primeros preocupan mucho más que la alegría que generan los segundos.
Vuelvo al primer párrafo, que no nos digan que estamos mal no significa que estemos bien.
Si queremos que nuestra vida cotidiana se desarrolle lo más parecido posible a lo que supo ser la normalidad, es indispensable que tomemos decisiones que contribuyan a sostener la cotidianeidad que hoy vivimos, con menos restricciones horarias y de actividades que el AMBA, pero a la vez con mayores responsabilidades para que eso no suceda.
La campaña de vacunación en El Calafate avanza, quizá no a la velocidad que algunos quisieran, pero progresivamente se aplican las dosis correspondientes a los grupos de mayor riesgo, aunque vemos que los contagios se dan en personas más jóvenes cada vez, y eso debería estimular nuestra responsabilidad individual y colectiva más eficientemente.
Hace poco menos que un año atrás, con un índice de contagios inferior se salía a la caza de brujas, a buscar responsables, a enfrentarnos unos con otros, actitud injustificable por cierto. Hoy se podría afirmar que nos hemos acostumbrado a la situación y dejamos de percibir el peligro que acarrea no hacer lo que corresponde.
Tomémonos unos minutos para reflexionar, y adoptemos las decisiones más acertadas para cuidarnos. No hace falta que papá Estado nos diga que tenemos que hacer, somos lo suficientemente grandes para poder determinarlo por nuestros propios medios, tratemos de no equivocarnos.
Ponernos a analizar cómo llegamos a esta instancia en el contexto que vivimos es anecdótico. Saquemos el agua del bote para que no se hunda, y luego busquemos a los responsables de que la situación llegara a este punto.
Mientras usemos nuestras manos para señalarnos con el dedo le restaremos tiempo a la tarea que nos debiera ocupar con mayor urgencia.
Fernando Goyanes
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