Un gigante con pies de nieve (Crónicas de invierno )

Un gigante con pies de nieve (Crónicas de invierno )

No llega la leña, hay que bajar a las verdulerías a buscar cajones de manzana, que son los que mejor queman. El colectivo no pasa, habrá que caminar al trabajo bajo la tormenta. La nariz roja, las manos en los bolsillos, heladas. Autos encajados en la nieve. Se suspenden las clases, los barrios altos: aislados. Se cortó la luz en la zona del Cañadón, dicen. Se empañan las ventanas. Un perro callejero de ojos brillantes, bajo la luna, quizá no pase la noche. No hay dónde refugiarse. Es recién junio.

Un grupo de vecinos conversa. "Yo nací acá. No ha cambiado mucho. Llega una nieve fuerte y quedamos aislados del mundo", señala el más viejo, y el aliento llega a ser vapor por el frío. Ni los camiones con comida entran. Siempre fue así. Así sigue siendo. Nos resignamos al destino de un lugar remoto, mal preparado para lo obvio, el invierno patagónico. Dios atiende en Buenos Aires y en Río Gallegos. Y no responde mensajes de texto, ni correos electrónicos.

Calles intransitables, redes de gas para unos pocos a precios imposibles. Tendidos eléctricos precarios, mucha veces irregulares, luz de obra, para sobrevivir y seguir tirando. Cañerías de agua congelada, tuberías que revientan.

"Todo queda muy lejos, allá en el centro", dice una vecina de Punta Soberana, barrio que habitualmente queda aislado durante las tormentas. Se sale con camioneta y con cadenas, y a veces no alcanza. Si hay una emergencia médica, el hospital está a más de diez kilómetros. En la misma ciudad. Así está todo, desparramado, inconexo, así se dieron los terrenos, como cuando, sin querer, pateamos un hormiguero.

Maquiavelo decía que el buen príncipe es el que prevé el infortunio, el que sabe cabalgar las catástrofes. El infortunio, la fuerza mayor, lo imprevisible, por estos rumbos vuelven recurrentemente. Pasan las décadas y es el mismo paisaje, los mismos problemas. Sólo que ahora, es más caótico, más desparramado, más inmanejable. El Calafate es, finalmente, un gigante, con pies de nieve.

 

 

 

Pablo Ferro