La Universidad pública se defiende en la calle y en los despachos

La Universidad pública se defiende en la calle y en los despachos

La historia muestra una continuidad de políticas de estado de apertura y democratización progresiva de los claustros universitarios. Estrangular el sistema presupuestario no parece ser el camino.

por Pablo Ferro

para Carta Abierta

El sistema educativo en Argentina fue concebido como un dispositivo de construcción ciudadana. La ley 1420 estableció la educación primaria común, gratuita y obligatoria. La Ley 4874, denominada Lainez, permitió al Estado Nacional la creación de escuelas en las provincias y de este modo, extender el alcance de la ley 1420.

La educación tuvo un efecto secundario incómodo para la elite oligárquica que gobernaba nuestro país: produjo democracia.

La democracia alcanzó los claustros académicos con la reforma universitaria de 1918, que estableció, entre otras cosas, la libertad de cátedra.

Democratizó el gobierno de las universidades, y abrió la posibilidad a los sectores medios de acceder a un título universitario, aquello de "m'hijo el dotor". El primer peronismo estableció por decreto la gratuidad de la universidad pública.

El ciclo conservador que, con idas y vueltas, se reinició en la dictadura, ha buscado bloquear sin éxito hasta la fecha la llave de acceso a la universidad pública. 

Nuestra ley de educación superior sigue sosteniendo, al menos en la letra, el libre acceso sin discriminación al sistema,  pero sabemos que accede una minoría de clase media.

Aún falta modernizar un sistema universitario medieval, en donde pesa más el mercado de favores para la elevación jerárquica que el mérito académico.

Sobran cajas negras, y se partidizan estructuras que debieran ser lugar de debate crítico y ciencia. La democratización debe ser completa, como también la transparencia.

 No obstante, la solución no es cerrar la puerta. La solución es más puertas. La solución es defender y ampliar el acceso a la universidad, atados a un proyecto de país que aún no existe.

Nuestro deber es volver a construir desde esa inexistencia. Preguntarnos qué queremos y adónde vamos.

Y esa pregunta se responde también, necesariamente, en las aulas abiertas de la universidad pública.