¿Cuál es la finalidad de la Escuela?

¿Cuál es la finalidad de la Escuela?

*por Diego Fernando Martínez

Estoy seguro que, mientras leés estas líneas, a su vez, buscás y ensayás respuestas a la pregunta con la que titulamos este artículo...

Te invito a que te quedes un rato con la consigna, sin querer llegar, como dice irónicamente Santiago Kovadloff, “lo antes posible al buen puerto de una respuesta cabal”

Muchas veces, lamentablemente, no solemos ver a la pregunta como una fuente inagotable de conocimiento, sino sólo como un vehículo, un medio para llegar a esa respuesta que nos tranquiliza…

Sin embargo, les recuerdo que “respuesta” y “responso” (oración religiosa que se hace a los muertos) tienen la misma raíz etimológica, cada quien saque sus conclusiones...

Te invito a detenerte en la pregunta porque quizás la Escuela, como afirman algunos expertos, no tenga ninguna finalidad, sino que sea ella misma su finalidad, es decir, un tiempo y espacio regalado a la infancia previo al trabajo y los deberes de la vida adulta.

O, también, podemos pensar en finalidades. Y si nos ponemos a debatir, seguramente tendremos posiciones tan disímiles y, en el camino, encontraremos tantas preguntas, que una posible respuesta a la pregunta inicial parecerá alejarse cada vez más...

Pienso que es una buena interpelación para iniciar un debate en la familia, en el café o en el asado con los amigos, en las reuniones de docentes, en el club, las ONG, los partidos políticos, las confesiones religiosas, etc. sobre la escuela que queremos y qué esperamos / necesitamos, como sociedad, de ella.

Cambio de escenario, pero no de tema. A priori y casi convencidos de dar una respuesta final, muchos dirán que la finalidad de la Escuela es EDUCAR.

Ahora bien, con esa respuesta se nos abre un abanico de preguntas que demuestran la complejidad del asunto. Para empezar: ¿qué es educar? ¿para qué educamos? ¿cómo educamos? ¿para quién y contra quién educamos? ¿cuál es la finalidad de la educación?

Hace no mucho tiempo leí una conferencia del filósofo alemán Theodor Adorno (1903-1969) titulada “La educación después de Auschwitz” (1966), cuya lectura recomiendo enfáticamente.

Allí el autor dispara, con la fuerza de un misil, una afirmación cuya profundidad y significado todavía hoy sigo pensando, porque cualquier debate sobre ideales de la educación es vano en comparación con este: ¡Que Auschwitz no se repita!

 

“La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación (…) Debemos descubrir los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades, mostrárselos a ellos mismos y tratar de impedir que vuelvan a ser así (…)” (Adorno, 1966)

¿Qué te dice tal afirmación de este autor, uno de los máximos representantes de la Escuela de Frankfurt? ¿Qué te hace pensar?

¿Qué hacemos, como sociedad, para que este infierno en la tierra no se repita?

¿Cuál es el rol de las familias en este asunto?

¿Cuál es, entonces, la finalidad de la Escuela?

Como suelo decirles a mis alumnos: me quedo con las preguntas...

 

*El autor es Profesor de Filosofía y Cs de la Educ. con orientación en Pastoral Juvenil.

Licenciado en Pedagogía Social (USAL)

Diplomado Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas (FLACSO)

Diplomado Superior en Curriculum y Prácticas Escolares (FLACSO)

Maestrando en Educación (UNQ)